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Alfonso Durazo o cuando la confianza importa más que la eficiencia

Alfonso Durazo o cuando la confianza importa más que la eficiencia

Por Ángel Dorrego.- El día de ayer se dio la respuesta del gobierno federal a los cuestionamientos acerca del fallido operativo de captura de Ovidio Guzmán, hijo del célebre narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, quien es acusado, al igual que su padre, por las autoridades de los Estados Unidos. La cronología de los hechos se dio durante una de las conferencias matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador, y comparecieron el secretario de defensa nacional, Luis Crescencio Sandoval, y el secretario de seguridad y protección ciudadana, Alfonso Durazo. Se presentó una cronología de los hechos, y llamó la atención de la prensa y el público un video inédito de Ovidio Guzmán tomado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) cuando lo tenían retenido. Sin embargo, lo que faltó fue respuestas puntuales y creíbles. Aun así, parece que las aclaraciones le alcanzan a Durazo para conservar el puesto a pesar de haber cometido pifias que normalmente le costarían el trabajo a cualquiera. Eso demuestra la confianza que el presidente tiene en él. Y como sabemos, en México la estabilidad laboral la da la confianza ganada ante los superiores, no la eficacia en la ejecución de las labores.

De entrada, no se aclaró quién dio la orden de iniciar el operativo ni cómo fue el mecanismo de negociación por el cual el objetivo fue liberado. Y es que hay que aclarar el falso dilema que ha planteado el gobierno federal para tratar de que la opinión pública empatice con la naturaleza de su pifia. Según ellos, la disyuntiva fue si tratar de retener al acusado de narcotráfico a pesar de las amenazas a las familias de militares y a la población civil, además de que los cuerpos paramilitares del Cártel de Guzmán ya habían secuestrado elementos castrenses; o liberarlo para evitar poner en riesgo la vida de las personas no involucradas. La verdadera pregunta es ¿por qué iniciaron un operativo tan pobremente armado que puso en vilo la seguridad de todo Culiacán? Otra sería ¿quién dio la orden que demostró un alto nivel de irresponsabilidad? Esos son los dilemas a los que el gobierno federal sigue debiendo una respuesta.

Se ha presentado una narrativa cronológica medianamente coherente, pero terriblemente acrítica, lo cual deja muchas más dudas después de que entre López Obrador, Durazo y el jefe de comunicación social del gobierno, Jesús Ramírez Cuevas, han dado por lo menos seis versiones diferentes de los hechos desde que sucedieron. Incluso en la conferencia de ayer, Durazo dijo que hubo discrepancias de información con el ejecutivo federal que se debieron aclarar posteriormente. ¿Él no es el encargado de informar a su jefe al respecto? ¿El presidente habló sin conocer o quién le informó de forma errónea? Porque así pareciera que la información corrió como en las peores oficinas: se comete un error, se notifica al superior encargado, pero se le da sólo la información fundamental para que conozca los hechos sin los detalles particulares que develan dónde y cuándo existieron los traspiés que produjeron el fallo, con lo cual se puede determinar quiénes son los responsables.

Creo que hay dos cosas que claramente siguen fallando en cómo se está operando la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) en el actual gobierno: la primera es que creen que muchos asuntos que tienen que ver con incentivos y disuasivos los están manejando como si todo se redujera a un asunto de principios. La segunda es que López Obrador parece tener confianza ciega en Durazo a pesar de las contradicciones, ineficacia y pobreza argumental que ha mostrado en los asuntos referentes a la derrota de Culiacán. En cuanto al primer error, se debe a que creen que una campaña de prevención de adicciones “corregirá” a una fallida juventud que consume o vende drogas ilegales. No le funcionó a Hoover ante los gángsters en los Estados Unidos, a Nixon con los hippies o a Colombia con Escobar, ni a nadie nunca en ningún lado. Además, los encargados de la seguridad pública creen que la honestidad de sus acciones se da por no corromperse, no por tener métodos de operación que fomenten la transparencia, la claridad comunicativa y la eficiencia en el campo para que la información pueda ser procesada de forma correcta. O sea, no basta con no robar, sino hay que saber hacer bien el trabajo para después no tener que informar a medias, ya sea para proteger información estratégica, así como personas e instituciones.

El segundo tema es que López Obrador comunica que todavía confía en Durazo. Esto no es ajeno ni a la cultura laboral en nuestro país ni al ejercicio de gobiernos anteriores. Si usted ha tenido la oportunidad de trabajar en cualquier agencia del gobierno, sin importar el nivel, se habrá dado cuenta que cuando cambia el encargado de la dirección, termina por cambiar casi toda la directiva, si no es que la planta laboral. Esto se debe a que nuestra actitud laboral se basa en la confianza, o mejor dicho, en la falta de ella. Cualquier persona que tiene subordinados en nuestro país se habrá enfrentado a empleados que, casi abiertamente, trabajan para quitarle el puesto a su superior o para una persona que lo quiere deponer de su lugar. Entonces, lo propio es quitarse a esa gente y llevar a personas que jamás los traicionarían, sin importar la calidad que tengan para ejecutar las labores sustantivas que les serán encargadas. Y así nos llenamos de oficinas donde cada quien lleva a “su gente”. Esto en muchas ocasiones también deviene en casos que van desde el encubrimiento hasta la corrupción en grado criminal.

Este elemento de la cultura laboral en nuestro país va desde cualquier pequeño despacho hasta la presidencia de la república. Gustavo Díaz Ordaz confiaba en Echeverría porque no temía ensuciarse las manos, López Portillo en Arturo Durazo por la amistad que los unía de jóvenes, y Felipe Calderón en Genaro García Luna porque le parecía que sus ideas le darían grandes victorias en el área de seguridad. Sobra decir lo mal que terminaron todos esos casos. Y, como en casi todo en este sexenio, la presidencia cae de forma recurrente en las taras que solía criticar. Parece que López Obrador confía lo suficiente en Durazo para no deponerlo, ya sea porque no tiene otro líder para el área que le represente el nivel de compromiso necesario con su gobierno, o porque está convencido de su estrategia de seguridad. Claro, eso si asumimos que cuenta como estrategia convencer a los jóvenes de no portarse mal porque de alguna manera el gobierno les plantea un futuro a partir de promesas, mientras se intenta no confrontarse con los grupos criminales.

Es notorio que López Obrador no es una avezado en temas de seguridad. Jamás los ha trabajado ni como politólogo, líder social o funcionario público. Eso no está mal, es imposible que el jefe de estado sepa de todo. Pero esperaríamos que si supiera elegir a la gente adecuada para la ejecución de las funciones propias de cada cartera de gobierno, no solo por la confianza personal que tenga en ellos o por el grado de compromiso que tengan con su administración; como hicieron todos sus antecesores, a los que critica sin tapujos por ese y otros motivos. El presidente dice que la decisión de liberar a Ovidio Guzmán se tomó en su gabinete de seguridad y él los apoyó. Eso quiere decir que el hombre que debería ser el mejor informado del país no está al tanto de asuntos tan delicados como la aprehensión de un objetivo de alto impacto a petición de las agencias de seguridad del vecino del norte. Que está delegando a sus hombres de confianza decisiones de importancia estratégica y respaldándolos por esa misma confianza. Como en los casos presidenciales mencionados en el párrafo anterior, la reputación de un gobierno puede quedar manchada por haber confiado en la persona incorrecta por sus capacidades o su integridad. No sería la primera vez que pasa.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

Foto Centro de Información de la ONU – Palco Quintanarroense