Opinión

El fantasma del 99% en series y películas: Ángel Dorrego

El fantasma del 99% en series y películas

Por Ángel Dorrego: La semana pasada, la asociación civil internacional Oxfam presentó en Davos, Suiza, las cifras con respecto a la desigualdad económica a nivel mundial. Los resultados son desalentadores, ya que encontró que las 2,153 personas más ricas del mundo acumulan tanta riqueza como los 4,600 millones de personas más pobres del mundo. Esto quiere decir que cada uno de ellos tiene el mismo capital que 2,136,553 seres humanos, que tienen que ver los derroches de opulencia desde la trinchera de carecer de los más inmediato. Y si esa cifra es alarmante por sí misma, la situación en México es particularmente aguda: 6 mexicanos acumulan los mismos recursos que la mitad menos favorecida de nuestra nación. México está 38 veces por encima del promedio de desigualdad mundial. Es por esto que no es sorprendente que existan alrededor del mundo movimientos sociales que se adhieren al objetivo común denominado del 99%, que ocupa este nombre para cerrar la cifra que indica que las políticas económicas mundiales están siendo determinadas por y para un 1% privilegiado, sin tomar en cuenta de forma seria al resto de la población que, de algún modo u otro, termina por sostener tan desequilibrado esquema.

¿Cómo llegamos a esto? En los años setenta del siglo pasado, el modelo económico dominante en occidente después de la Segunda Guerra Mundial, el estado de bienestar, se agotaba debido a que proveía derechos a los ciudadanos que resultaron impagables, al grado de que las naciones comenzaron a endeudarse sólo para mantener a flote su gasto corriente, cada vez más comprometido por el déficit fiscal. La solución apareció apenas iniciados los años ochenta, cuando Inglaterra y los Estados Unidos optaron por una política capitalista ortodoxa en la cual el papel del estado se reduce en el sistema económico, pasando a la iniciativa privada todos los servicios públicos no estratégicos con el fin de que se convirtieran en un negocio en vez de una carga fiscal, a la vez que se incentiva la economía con menores cargas tributarias a la inversión y la ganancia, conteniendo la política salarial con el fin de que el emprendimiento en actividades productivas se volviera atractiva para los inversionistas al verse recortados los costos. El modelo, llamado neoliberalismo por sus detractores, logró reactivar la economía, pero el defecto que se le señaló desde el principio resultó ser cierto: hace que la reproducción del capital se quedé en manos de la parte superior de la pirámide social, mientras que la parte inferior recibe sólo lo suficiente para sobrevivir, reduciendo sus posibilidades de movilidad hacia arriba en la escala socioeconómica.

Por eso resulta congruente que el espíritu del 99% se esté impregnando de manera cada vez más decidida en la cultura pop, ya que el público se identifica con personajes distintos que las tres generaciones anteriores. Hace aproximadamente siglo y medio, Marx y Engels escribían que un fantasma recorría Europa, era el fantasma del socialismo. Ahora el fantasma del 99% se ha apoderado de nuestras formas de entretenimiento, tal vez debido a que cada vez es más difícil creer en héroes que trabajen para las autoridades en busca del bienestar de la sociedad, cuando son esta clase de personajes los que han creado un status quo que marginaliza a la mayoría de los frutos del progreso. Y por eso en la política los electorados están buscando cualquier opción que aparezca como anti establishment, mientras que en la expresión de la omnipresente cultura pop el público se identifica cada vez más con personajes rebeldes y marginados.

Aunque la paleta de ejemplos es amplia, me gustaría enfocarme en películas así como series de televisión, una de las principales fuentes de entretenimiento en la naciente era del streaming. Ahí admiramos en el anime japonés Death Note a un joven genio recibir un cuaderno que sirve para matar a cualquier persona con sólo escribir su nombre. Así que decide asesinar a tantos criminales como pueda, incluso en contra de las autoridades que lo persiguen. Resulta ser un anti héroe con el que la gente se identifica, ya que hace justicia, incluso en contra de la ley. Y podemos observar a personajes que se encuentran definitivamente en contra de la ley, como en La Casa de Papel, donde un grupo de asaltantes decide hacer el hurto más grande de la historia al ingresar a la casa de moneda española para imprimir su propia fortuna. Pero en la justificación de sus actos, su líder tiene un discurso político consistente en el cual están perjudicando a los más ricos, a los que considera como los auténticos ladrones. Y lo acompaña con el mismo tema musical que cantaba la resistencia italiana cuando combatía a las fuerzas fascistas. Roban a los ricos y dejan al estado en ridículo. Es congruente que la serie sea un éxito y que a la gente le guste identificarse con la carismática banda criminal. O se ha desarrollado más interés por personas que acaban en la cárcel que por los otrora admirado héroes policíacos, como podemos ver en Orange is the New Black, Vis a Vis o El Marginal.

Por eso es la primera vez que empatizamos como un personaje como The Joker, una de las películas más celebradas de este año. Es la justificación de la exclusión para empezar actitudes de rebelión. Además, el filme está ambientado en la época en que comenzó el problema de desigualdad, en un ambiente en el cual los privilegiados pueden abusar de todos lo que están debajo de ellos justificados sólo por su estatus. Y todos los demás abusan de lo que sea que se encuentre por debajo de ellos. Así, es solo cuestión de tiempo para que la marginalidad encuentre una voz a través de la trasgresión hacia la injusticia institucionalizada. Se vuelve cada vez más increíble pensar en héroes poderosos, justos y amigos de la ley, como plantea The Boys. Ahora necesitamos entender al otro lado, porque el sistema está lanzando cada vez más personas hacia allá. Queremos entender la lógica de los que nos dijeron que eran los villanos, como Vikingos o Hernán. Buscamos comprender cómo funcionan los asesinos seriales como Ted Bundy. Darle protagonismo a los vilipendiados como en The Big Bang Theory o The Good Doctor, mientras que se dibuja a los “exitosos” con el sarcasmo de El Lobo de Wall Street, porque los héroes ya aparecen mejor en el rechazo al orden público, como en el caso de Deadpool o John Wick. Y así podríamos seguir.

Habrá quien se preocupe de las consecuencias de la cosmovisión que desarrolla esta generación con respecto a la vida, la sociedad y la autoridad. Sin embargo, esa incertidumbre siempre ha existido y nunca se ha resuelto en la época en la que se plantea. Ni hippies ni conservadores hubieran creído en los años sesenta que la mayor huella que iban a dejar los primeros en generaciones venideras sería la creación a través del pensamiento libre de tecnologías electrónicas que cambiarían la manera de organizar al mundo, empezando por todas sus actividades económicas, pasando por los mercados y los patrones de consumo y comunicación. Así que no sabemos más allá de los más arriesgados pronósticos cómo se comportará la gente en el futuro ante el nuevo discurso que permea sus realidades. Lo que sí sabemos es que aquella súper estructura que sostenía al sistema que hoy luce agotado ve cómo sus bases se desmoronan gracias a la terca realidad. El fantasma del 99% está ahí, solo basta prender cualquier pantalla para verlo.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

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