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El problema de seguridad no se arregla en juntas

El problema de seguridad no se arregla en juntas

Por Ángel Dorrego.- El titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Alfonso Durazo, presentó una especie de control de asistencia de los gobernadores de los estados de la república a las juntas diarias que se hacen en cada entidad federativa, llamadas Mesas de Coordinación Estatal para la Construcción de la Paz. En esta lista de control se destacó que los más constantes son los mandatarios de la Ciudad de México, Chiapas, San Luis Potosí, Tlaxcala y Tabasco. Por el otro lado se denostó a los gobernadores de Nayarit, Querétaro, Campeche, Guanajuato, Coahuila, Nuevo León, Morelos, Sonora y Aguascalientes por la poca presencia que tienen en dichas reuniones. Incluso, los titulares del ejecutivo de los primeros dos casos defenestrados jamás han asistido. Sus dichos fueron apoyados por su jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien remató que no era para culpar a nadie, sino para que la gente tuviera más elementos para formar su punto de vista. O sea que no, pero sí un poco.

Sin embargo, y como ha señalado el especialista en cifras delictivas Alejandro Hope, no existe correlación visible entre la asistencia a las juntas y la efectividad de las políticas de seguridad en cada estado. Hay estados donde la presencia del gobernador es constante y los índices de inseguridad sencillamente no bajan; mientras que, por el otro lado, hay entidades en que el ejecutivo estatal prácticamente no participa de las juntas y sus resultados son mejores que los del promedio nacional, o han mostrado mejoras importantes en seguridad.

Tomemos los casos más extremos. La estrellita en la frente a la mejor asistencia la tiene Claudia Sheinbaum, a cargo de gobernar la complicada Ciudad de México. No sólo ha asistido diario, sino que incluso ha aumentado su cifra acudiendo algunos sábados. Sigue demostrando su completa lealtad al presidente López Obrador, del que alguna vez fue secretaria del medio ambiente cuando el tabasqueño gobernaba el entonces Distrito Federal. A pesar de eso, la incidencia delictiva no sólo no ha bajado, sino que ha aumentado a un ritmo muy aproximado al del resto del país. Y a esto hay que agregarle cómo se le ha desbordado el cobro de derecho de piso a actividades productivas en sus mejores zonas comerciales o la lenta respuesta que se ha dado en los casos de violencia de género. Incluso ya tuvo que cambiar en una ocasión de secretario de seguridad. En contraparte, Querétaro presenta cifras bastante buenas si se le compara con la mayoría de los estados, y muchos de sus problemas de seguridad tienen que ver más con el contagio de otras entidades que en la formación endógena. ¿Quién ha mejorado más? Nayarit es donde más se ha reducido la cifra de homicidios dolosos. Ahí están los dos casos de los gobernadores que no han ido nunca.

Entonces, ¿por qué la insistencia en este parámetro que a primera vista carece de utilidad? Parece que es sólo por el estilo de gobernar del presidente López Obrador. El primer mandatario de nuestra nación tiene la costumbre de levantarse temprano, asistir a dichas reuniones todos los días, dar después su conferencia de prensa diaria y así continuar mientras haya luz de día. Y los fines de semana aprovecha para realizar, sobre todo, giras dentro del país. Es admirable su compromiso de trabajar de tiempo completo y más si consideramos la extraordinaria energía que demuestra a su edad. Y como buen jefe que se esfuerza mucho, espera que todos estén a su nivel. Desgraciadamente, los resultados no se logran por trabajar mucho, sino por trabajar bien. También ha hecho un distintivo de su ejercicio de gobierno la centralización del poder. Ya lo ha hecho con la política educativa y de salud de varios estados, cuando la federalización de los servicios costó años de reformas. Y parece que quiere meter al redil a los gobernadores de los estados cuando, dicho sea de paso, no es su jefe. Quiere imponer su personal forma de trabajar a quienes no dependen de él. Muy mal modo de promover la cooperación y la coordinación entre niveles de gobierno. Irónicamente, estamos viendo una imposición para lograr la cooperación. Esa combinación no suele salir muy bien.

Tal vez el presidente es de las personas educadas en la cultura laboral del siglo pasado. Si usted alguna vez ha trabajado en oficinas de gobierno o es cercano a alguien que lo haya hecho, sabrá de sobra de lo que hablo. Es una idiosincrasia que mide el rendimiento del trabajador por las horas que haya pasado sentado en su escritorio realizando su labor. Se premia llegar temprano a la oficina, pasar muchas horas en ella para retirarse hasta que la noche ha llegado completamente. No importa que muchas de esas horas se hayan pasado conversando con los compañeros, revisando redes sociales o atendiendo asuntos de índole personal con los recursos de la oficina. Y que cuando se trabaje sea para pasar gran parte del tiempo en reuniones para planear, reportar o evaluar el trabajo sustantivo, el cual ve su tiempo y atención minimizado en la labor burocrática de registrar y coordinar. Pero se trabajó mucho porque se entró a las 9 y la ida a casa sucedió 12 horas después. Esto sin contar con el malestar anímico y psicológico que presentan los empleados que se encuentran en estas condiciones, ya que no tienen oportunidad de desarrollar una vida personal sólida que los motive a auténticamente esforzarse en sus empleos. Y mientras la tendencia en los estudios científicos de productividad muestra que los trabajadores que pasan sólo las horas necesarias en su trabajo, pero dedicándose exclusivamente a realizarlo, son más sanos, lúcidos e incluso ingeniosos; además de notoriamente más provechosos que sus pares que se esfuerzan mucho para lograr poco. Hoy sabemos que las buenas notas laborales se obtienen optimizando la creatividad y el desempeño efectivo del trabajador, no aumentando las horas de asiento. Alguien le tendría que avisar al presidente.

En este caso, hay que tener clara una cosa: las juntas de trabajo tienen que realizarse con objetivos claros y específicos. Dependiendo del autor encontrará usted diversas clasificaciones, pero podemos mencionar de forma básica que existen reuniones para generar acuerdos, otras para informar repartición de funciones o cambio de éstas, también las hay para afinar coordinación, presentar resultados o evaluar impactos. Pero jamás pueden ocupar más tiempo o esfuerzo que la labor sustantiva que se busca ayudar a operar. Hacer juntas diario es un despropósito a excepción que se encuentre una emergencia latente acotada a cierto tiempo, debido al desgaste que generan en quien, de hecho, podría mejor dedicarse a hacer su trabajo. Y la calidad de unas juntas no dependen de la envergadura de los funcionarios que asistan a ella, sino que los participantes tengan el margen suficiente de toma de decisiones en su ámbito así como el conocimiento e información específica para hacer posibles las acciones que de ahí se desprendan. Todo esto para no terminar reportando lo que cualquier burocracia mediocre en nuestro país: ponerse a presumir esfuerzo para cubrir la incapacidad de lograr resultados.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

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