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García Luna o el hombre que vendió una guerra

García Luna o el hombre que vendió una guerra

Por Ángel Dorrego.- Este lunes, Genaro García Luna fue detenido en el estado de Texas, en los Estados Unidos (EUA), bajo la acusación de haber recibido sobornos por parte del Cártel de Sinaloa para facilitar sus actividades de tráfico de drogas, entre otros cargos. La acusación resulta escandalosa si tomamos en cuenta que nos estamos refiriendo al hombre que inició y dirigió la mal llamada guerra contra el narco en el sexenio donde el poder ejecutivo federal fue detentado por Felipe Calderón Hinojosa. O sea, si las acusaciones hechas por el fiscal del Este de Nueva York son ciertas, estamos hablando de que México inició una lucha fratricida, de cuya espiral no hemos podido salir, sin tener posibilidad alguna de ganar, ya que una de las cabezas más importantes en el combate a los grupos del crimen organizado estaba cooptado por uno de ellos. Esto nos obliga a replantearnos nuestra historia reciente y preguntarnos las consecuencias que surgirán de esto.

La actuación de García Luna como funcionario público, independientemente del resultado del juicio y las pruebas que se presenten, nunca se alejó del escándalo. Quizá su primer gran aparición en el debate público se dio en el sexenio de Vicente Fox Quezada, cuando era director de la extinta Agencia Federal de Investigaciones, creada por él mismo para sustituir a la desacreditada Policía Judicial Federal. Durante su gestión, se hizo una transmisión en vivo en los noticiarios matutinos de las dos principales televisoras privadas de nuestro país de cómo se capturaba en flagrancia a una banda de secuestradores que incluía a una ciudadana francesa. Tiempo después del espectacular despliegue, nos enteraríamos de que en realidad todo fue un montaje, ya que la banda había sido detenida el día anterior y todo el despliegue se había repetido para el lucimiento en pantalla. Él mismo terminó admitiéndolo en una entrevista.

A pesar de esto, en el sexenio siguiente fue nombrado por Calderón como titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP). Quizá uno de los más poderosos que ha tenido ese puesto, ya que jamás le faltaron los recursos ni la aprobación de sus proyectos. Y en ese sexenio se anunció la guerra contra el narcotráfico donde García Luna tuvo un papel preponderante. La estrategia fue atrapar a las cabezas de los grupos criminales presentándolos de inmediato ante la prensa como presas del gobierno, aunque los derechos humanos digan que no se puede exhibir a una persona como delincuente sin haber probado su culpabilidad en un juicio. Dicha estrategia desató una ola de violencia entre grupos delictivos por ocupar las plazas que el gobierno dejaba vacantes, así como contra las fuerzas de seguridad públicas, que incluyeron a las fuerzas de defensa nacional, para continuar con sus actividades, sólo que de manera cada vez más violenta. Y todavía no podemos parar la hemorragia.

Y los escándalos no pararon. Ya sea por la compra de costoso equipó exótico que resultó que no hacía más que un juguete electrónico, o por el pago a una televisora por la producción de una serie propagandística. Pero Calderón lo apoyó durante toda su administración. Incluso cuando la ciudadana francesa antes mencionada fue sentenciada a una pena de cárcel que le llevaría el resto de su vida cumplir y el gobierno de Francia reclamó públicamente a sus pares mexicanos por el juicio sin debido proceso. El entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, visitó nuestro país y en discurso en el Senado de la República fustigó el abuso a los derechos humanos del gobierno mexicano. Calderón prefirió la rispidez diplomática con los europeos que admitir la equivocación de su subalterno. A la postre, el siguiente gobierno liberaría a la francesa porque la única prueba en su contra era la flagrancia, la cual se perdió al entregarla un día después de aprehenderla.

Hoy es García Luna el que ha sido aprehendido y espera su juicio ante las autoridades estadounidenses que, dicho sea de paso, no suelen hacer acusaciones sin pruebas sólidas y menos en casos de este calado. El indiciado es acusado de recibir sobornos por parte de la organización criminal entonces dirigida por el célebre Joaquín “El Chapo” Guzmán para facilitar sus operaciones a la vez que mermaban a su competencia. Y el principal daño colateral de esta detención es su ex jefe, Felipe Calderón; pues, si las acusaciones se probaran como ciertas, quiere decir que el gobierno federal inició una guerra que ya ha costado aproximadamente un cuarto de millón de vidas, pero que se tenía perdida desde el principio, ya que el principal estratega de su equipo estaba cooptado por el bando enemigo. No diré que esto es una cubetada de agua fría para Calderón y sus seguidores, porque hubieran preferido cien cubetadas antes que esto. El ex presidente había renunciado al Partido Acción Nacional (PAN), que lo llevó a la presidencia, para formar su propia fuerza política. Pero ante los eventos, ha optado por decir que desconocía cualquier actividad irregular de García Luna. Si este último es declarado culpable, entonces quedará como incompetente para salvar terminar siendo señalado por la vox populi como corrupto. Y aunque el inculpado resultara inocente, el daño a la imagen de su gobierno parece muy difícil de resarcir.

Por el otro lado, esto es una bocanada de aire fresco para el actual gobierno federal, ya que refuerza su hipótesis de que la guerra contra el narcotráfico fue una estrategia equivocada y que las administraciones anteriores habían sido desmesuradamente corruptas. Le quita credibilidad a los dos ex presidentes emanados del PAN que emplearon al hoy indiciado, y tangencialmente también le quita al partido azul argumentos para criticar la corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto. Aunque también toca un poco a los funcionarios del gobierno peñanietista, militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI); como el ex secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien dice que en su encargo, que incluía a lo que fue la SSP de Calderón, no encontró motivos de sospecha en contra de García Luna, lo que también lo pone en la línea de la ineptitud o el encubrimiento, todo esto de comprobarse las muy graves acusaciones.

Así, el otrora hombre fuerte del gobierno de Calderón se encuentra encarcelado en espera de un juicio justo, requisito indispensable del debido proceso. En nombre de la justicia, ojalá que tenga eso que le negó a todas las personas que exhibió ante cámaras como delincuentes sin haber probado nada, o a todos los muertos que declaró como criminales por haber recibido una bala en la guerra que él inició. Quizá pensó que pasaría a la historia como una especie de Edgar J. Hoover o Eliot Ness, pero ahora todo indica que su leyenda se leerá junto a la de Arturo “El Negro” Durazo. Si las acusaciones se comprueban, García Luna sería el hombre que vendió dos veces una guerra: una para convencer al presidente de que era una buena idea usar toda la fuerza del estado contra un fenómeno que no tenían correctamente dimensionado, y otra para asegurarle la victoria al mejor postor del bando enemigo. Y que los muertos los ponga México.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

Foto BBC