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La diplomacia es permanente o es oportunismo

 

La diplomacia es permanente o es oportunismo

Por Ángel Dorrego.- En esta semana veremos la primera visita internacional que realizará el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, a otro jefe de estado. En este caso, el viaje será a Washington D.C. para visitar al presidente de los Estados Unidos de América (EUA), Donald Trump, en la Casa Blanca; gracias a la invitación que extendió este último para una reunión de diplomacia, con motivo de la entrada en vigor del nuevo tratado de libre comercio en que participan ambos países, además de Canadá. Cabe resaltar que, en los 18 meses que lleva de su administración, el presidente mexicano no había realizado ningún viaje internacional, lo que le llevó a rechazar invitaciones tan resonantes como la del G-20. Y sólo había tenido trato con mandatarios de otras naciones cuando ellos han venido de visita. Esto se debe a su visión de las relaciones internacionales, de las cuales sostiene como mantra que “la mejor política exterior es una buena política interior”.
Además, mucho se ha escrito de una visita que se postra en un momento muy parecido al que vivió el anterior presidente de nuestro país, Enrique Peña Nieto, que recibió a Trump cuando era candidato a la presidencia y le dio trato de jefe de estado, lo cual se sospecha ayudó al otrora magnate a tomar el impulso en su campaña que a la postre derivaría en la victoria sobre la demócrata Hillary Clinton. En ese momento, tanto López Obrador como los afines a su movimiento político fueron duros en la crítica del buen trato que se le dio al candidato estadounidense que constantemente se encargaba de denostar a México y sus migrantes hacia los EUA, muchas veces con acusaciones graves o abierta xenofobia.
Ahora es López Obrador quien visitará al presidente de los EUA cuando éste se encuentra en plena campaña para lograr su reelección. Las críticas al paralelismo de ayudarle a Trump a ganar no se han hecho esperar, sobre todo porque el mandatario estadounidense no ha dejado de referirse de forma despectiva hacia nuestro país, sus políticas y sus migrantes. Todo esto debido a que se teme que Trump, que suele ser impredecible debido a su hábito de improvisar según su lectura personal de escenarios y actores, pudiese convertir el encuentro diplomático en un acto de campaña para mostrarle a sus votantes que tiene controlado y contento a México, su mayor amenaza en el discurso electoral.
Sin embargo, los sectores militantes y afines a López Obrador han salido en defensa de la visita del inquilino de Palacio Nacional a su homólogo de la Casa Blanca. Por un lado, han esgrimido que se trata de hacer una buena relación diplomática en una agenda bilateral que se ve magnificada por el tratado de libre comercio en el que ambos participan con Canadá, además de tratarse de un vecino hacia el cual tenemos dirigidas la gran mayoría de nuestras exportaciones. Además, también se menciona de forma recurrente la buena relación personal que ha logrado López Obrador con Trump, lo cual es siempre útil para agilizar cualquier acción, decisión o encargo conjunto; al lograr que los ejecutivos de cada nación puedan tener interlocución directa, lo que potencialmente logra acuerdos más firmes y expeditos.
Aunque ambas partes tienen puntos válidos a su favor, me parece que se está perdiendo la visión de las funciones de la diplomacia en las relaciones exteriores, juzgando una política integral a un plan de gobierno por un solo evento. Me centraré en tres características que deben tener los trabajos de los cuerpos diplomáticos de una nación con el fin de consolidar una política exterior funcional a los objetivos estratégicos de un estado. Los esfuerzos diplomáticos de un país tienen que ser permanentes, realizarse por múltiples vías y estar alineados con los objetivos de un plan de gobierno. En primer lugar, por permanente me refiero a que debe ser una serie de trabajos en los cuales se tenga una agenda de temas que buscarán vías para ser tratados en distintos foros con los actores involucrados con el fin de lograr relaciones estables en las cuales el diálogo fluya a través de las estructuras institucionales elegidas para el desahogo de los asuntos en común. Esto quiere decir, si lo ilustramos con un ejemplo, que si el tema bilateral (o multilateral) es la migración, se tiene que buscar espacios en los que converjan autoridades del área de los estados involucrados, organizaciones de migrantes, academia y público interesado. Si sólo se trata el tema cuando aparece un evento que lo vuelve coyunturalmente relevante, no estamos haciendo una correcta labor diplomática.
En segundo lugar, se trata de que la relación diplomática se multicanal, o sea, que las demandas y soluciones a los distintos asuntos que se encuentran latentes en un grupo de naciones encuentren distintas vías institucionales para su desahogo, de tal modo que los mandatarios, preferentemente temporales, de los países involucrados encuentren herramientas de resolución de problemas a partir de relaciones ya establecidas, teniendo que decidir sobre estructuras hechas en vez de inventar mecanismos para cada ocasión, con las fallas y exclusión de actores que pudiese presentarse al hacerlo de ese modo. Por ejemplo, si existe una diferencia acerca de la importación y exportación de productos, se tiene que cuidar que las vías de arbitraje se encuentren disponibles e institucionalmente fuertes, así como los foros que pueden relacionar actores para un diálogo directo que facilite la posibilidad de acuerdos.
Tercero, la diplomacia debe ser estratégica, lo que quiere decir que tiene que estar ligada a los objetivos que una nación busque lograr dentro de un periodo determinado, lo que permite decidir de forma eficiente cuáles serán los recursos que se utilizarán para acercar las políticas de un país a sus objetivos cuando estos dependen de una relación con un ente externo. Para esto se necesita planeación tanto de políticas como de recursos para tener claridad en qué es lo que se quiere lograr y cómo se piensa hacerlo. Sería el caso si lo que buscamos es venderle petróleo a otros países, para lo cual se tiene que fortalecer relaciones con los países compradores, así como con productores con los cuales se puede compartir tecnología para el avance en común.
Observando la visita de López Obrador a Trump a la luz de estos parámetros, me parece que no estamos teniendo una labor diplomática adecuada, por lo menos en cuanto a lo que se refiere a nuestra relación más relevante y las grandes decisiones que se derivan de esto. Si bien es cierto que México cuenta con cuerpos diplomáticos muy superiores a la mayor parte de la administración pública federal, debido a su preparación especializada y auténtico servicio de carrera, sin denostar el más que aceptable trabajo hasta el momento del canciller Marcelo Ebrard, o las adhesiones de primer nivel a nuestra diplomacia, como la de Juan Ramón de la Fuente, nuestro representante en la Organización de las Naciones Unidas; parece que nuestra labor diplomática cojea al no estar sustentada en un plan, sino en improvisaciones extremadamente imbuidas en el momento político.
Pero todo esto no soslaya que la labor diplomática puede sostener pocas misiones permanentes ante la volatilidad tanto del escenario como de los actores políticos, se está empujando a depender en absoluto de las relaciones entre actores estratégicos sin una visión de futuro compartido; y está tan alejada de una estrategia general que se puede terminar pagando el escudo migratorio que el gobierno estadounidense siempre ha querido con recursos de los ciudadanos mexicanos, y todo a cambio de ayudas nimias como que nos ayuden a conseguir quien nos venda ventiladores para los enfermos de Covid-19 en plena emergencia. La diplomacia se planea, si no se convierte en efímero oportunismo y, con un poco de mala suerte, en franca sumisión.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.

Twitter: @AngelDorrego

Correo para el público: adorregor@gmail.com

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