La renuncia de los gobiernos centroamericanos al problema migratorio

La renuncia de los gobiernos centroamericanos al problema migratorio/ Ángel Dorrego

El problema migratorio de centroamericanos y mexicanos tratando de ingresar a los Estados Unidos de América (EUA) para buscar oportunidades de empleo y establecerse en una sociedad pacífica y con posibilidades de desarrollo es un problema tan viejo como cualquier persona que esté leyendo este escrito. Ha pasado suficiente tiempo para que sea un problema pluricondicional con factores políticos, económicos, sociales y culturales involucrados, sin contar con el contagio de problematologías endógenas de los países expulsores, como la participación del crimen organizado para el tráfico de migrantes, a lo que se mezcla el complicado panorama de comercio natural entre vecinos, así como el ilegal, que llega a incluir tráfico de sustancias ilegales y trata de personas.

El actual gobierno de EUA ha insistido en llamar a esto una crisis migratoria a pesar de que los flujos son muy inferiores a los de las décadas pasadas, en parte debido a que los migrantes han decidido tener cara y se han tratado de proyectar hacia nuestro vecino del norte en caravanas. Por esto han llegado al punto de exigir a México que sirva como una especie de filtro que detenga la mayor cantidad de migrantes antes de que arriben a la frontera estadounidense. Esto los ha estacionado en nuestro país, generando que grupos de personas se encuentren varadas en ciudades que no están acostumbradas a recibir este tipo de visitas.

Básicamente, EUA ha decidido detener la migración por la fuerza, México se ha visto obligado en hacerles segunda debido a las sendas amenazas arancelarias del presidente Donald Trump. Y los gobiernos del triángulo del norte de Centroamérica, Guatemala, Honduras y El Salvador; se escuchan o aparecen a veces para defender los derechos humanos de los emigrantes de sus naciones. Eso es correcto. Pero nada más. Eso no tanto. Parecen resignados a que sus ciudadanos busquen una mejor oportunidad de vida en otro lado, ya que no se ve que traten como tema prioritario la salida de personas potencialmente productivas. Prefieren concentrarse en temas de desarrollo económico, aunque de alguna manera esperan lograrlo sin instituciones consistentes de seguridad y justicia ni medidas de transparencia para paliar su desbocada corrupción.

Sin embargo, nosotros no tenemos gran autoridad moral para pedírselos. Lo dicho en el párrafo anterior también corresponde a cómo México ha tratado históricamente el problema de los migrantes hacia los EUA. Incluso, sorprende escuchar a habitantes de ciudades mexicanas que en este momento tienen grupos migratorios quejarse de lo difícil que es lidiar con gente nueva, que tiene lenguaje y costumbres extrañas, que se meten a recoger las migajas de la economía a la vez que hacen uso de servicios públicos que no pagaron. También lamentan que, aunado a esto, existan delincuentes ocasionales dentro del grupo. Irónico que estemos repitiendo lo mismo que dicen los ciudadanos estadounidenses de los migrantes mexicanos. Si usted ha proferido comentarios de este estilo, sólo le queda darle la razón a Trump, que también lo dice.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha propuesto un plan de desarrollo regional que acometa los orígenes del problema: pobreza, marginación e inseguridad. Desgraciadamente hay dos condiciones que actualmente no permiten esto. La primera es que la parte más fuerte de la financiación del proyecto le corresponde a los EUA, quienes tienen un plan muy distinto en esta administración. Tal vez en otro periodo de gobierno con una administración que cuente con una visión distinta esto sea medianamente posible. El segundo estriba en el riesgo de que financiar a los países de Centroamérica para el desarrollo se convierta en costear gobiernos corruptos a conservar su poder. No sería la primera vez, basta ver como se despilfarraron las ayudas para la hambruna en África del concierto LiveAID o los apoyos a Haití posteriores al terremoto de 2010.

Así que si queremos resolver regionalmente nuestro problema regional de migración, tenemos que crear vías para ello, porque la discusión por la fuerza la tenemos perdida. Tenemos que crear enlaces de confianza con EUA y Centroamérica, con los primeros para demostrar que estamos al tanto y ocupados responsablemente del problema, y con los segundos para cooperar con aquéllos que demuestren disposición para hacer un afrontamiento democrático y transparente de las partes que puedan resolver de esta difícil maraña humana de intereses. Nuestro problema migratorio tiene tantas aristas como participantes, es complejo y pluridireccional; por lo que no se puede resolver con medidas unilaterales. EUA está en ese tenor, aunque se ve obligado a trabajar con México. Sería mejor si ambos trabajáramos con Centroamérica. Sería bueno que Guatemala, Honduras y El Salvador tuvieran ideas propias de cómo ayudar. Sería bueno que tuvieran gobiernos para eso.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

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