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Abusar de la fe/ Ángel Dorrego

Abusar de la fe/ Ángel Dorrego

Hasta hace unos meses, la mayoría no conocíamos ni al líder ni la forma de organización de la iglesia popularmente conocida como La Luz del Mundo. Si acaso sabíamos únicamente de su existencia. Se hizo presente la figura de Naasón Joaquín García después de que se organizara un concierto en su honor en el Palacio de las Bellas Artes, máximo recinto cultural de nuestro país. Aunque se negó que la celebración fuera por el cumpleaños del líder religioso, hubo evidencias claras de dicho acto de rompimiento del estado laico; al que, por cierto, asistió más de un político. Ahora el homenajeado se encuentra detenido en los Estados Unidos bajo la acusación de una serie de delitos sexuales en contra de menores de edad. Si bien hay que respetar la presunción de inocencia, el daño está hecho para la reputación de la fe que representa el hoy denostado líder. Basta ver lo que le ha costado a la iglesia católica los cientos de acusaciones que ha recibido alrededor del mundo por el abuso sexual cometido por pastores adscritos a ella, y lo que es peor, por la protección que recibieron durante muchos años. Hay que ver la asociación que se formó entre la imagen de Marcial Maciel, por poner uno de los casos más visibles, con la práctica de la pederastia. Y no podemos dejar de mencionar casos como la organización NXIVM, también conocida como Nexium, que hacía esclavas sexuales a mujeres que se integraban como parte de ella. Si bien no estamos hablando de una religión en este caso, sí nos encontramos con una institución que ofrece una cosmovisión acompañada de un sistema de valores, además de que promete un beneficio material, mental y espiritual a las personas a través de seguir una serie de premisas que le ayudarán a entender su vida y encauzarla en el camino de un bien superior. Y abusaron de ello.

Es una práctica común en nuestra especie congregarse para profesar una serie de credos. En nuestras leyes actuales, cada quien se encuentra en pleno uso de sus derechos para profesar la fe que mejor le acomode, o ninguna si así le parece conveniente. Un individuo se encuentra en pleno uso de su libertad para practicar los planteamientos y enseñanzas de la institución que haya elegido para guiar su vida, sus actos y sus valores. Me atrevo a decir que la mayor parte de ellos lo hace convencido de que se encuentra en el camino justo y correcto. En este acto deposita la guía de sus dilemas en un individuo o individuos que son representantes legítimos de las enseñanzas del propio sistema de creencias. Que alguien utilice esa confianza para saciar sus apetitos utilizando el chantaje, la coacción y la amenaza es sencillamente deleznable. Es un crimen tan atroz que hasta los criminales comunes lo ven como despreciable.

Por su parte, que los políticos profesionales establezcan relaciones directas con organizaciones religiosas tiene dos motivos posibles: porque les traerá réditos políticos o porque son participantes de la institución. En el primer caso, estamos hablando de oportunistas que merecen ser señalados por ocupar los recursos más burdos y baratos que hay en la política. En el segundo, habrá que recordarles que, al encontrarnos en un estado laico, tienen la obligación de ejercer su cargo público con un criterio de igualdad para todos los credos y corrientes de pensamiento, no confundir la vida confesional con la vida pública y guiarse por el criterio de las leyes. En algún momento lo debieron de jurar para poder ejercer su cargo, pero hay veces que dichos juramentos sí son en vano.

Es por eso que como comunidad política debemos fortalecer los mecanismos que nos crean la capacidad de procesar este tipo de casos, darles seguimiento y castigar a las personas a las que se les pruebe su culpabilidad en un debido proceso que incluya un juicio justo, tratando de no afectar las libertades de creencia de los individuos que decidan unirse a una práctica religiosa. Es necesario que los servidores públicos encargados ejerzan las mejores prácticas de transparencia sin afectar a las víctimas. Necesitamos de un estado laico que permita que cada quien crea en lo que quiera sin afectar o coaccionar a los demás, y que cuente con la entereza institucional para no verse rehén del credo de un determinado sector. Necesitamos entender que la tolerancia nos deja vivir en sociedad, y que el imperio de la ley civil prevendrá que haya gente que abuse de la fe.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com

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