Opinión

El blues de lo que pasa en mi escalera

El blues de lo que pasa en mi escalera, Me Lleva El Diablo, 18 de septiembre.

Va un espacio cultural-político.
El más pendejo de mi clase (¡Qué elemento!), llegó hasta el parlamento y a sus cuarenta y tantos años un escaño decora con su terno azul de diputado del gobierno.

Del disco Esta Boca es Mia, que sale al mercado en 1994; en esta rola, un rock con pegada para una letra ácida cuyos protagonistas ocupan espacios, amplios espacios en los periódicos, Sabina nos muestra su visión crítica y juguetona de la realidad, actual y pasada, y es que según el INEGI, el 77 % de los mexicanos cree que los diputados y los senadores son los más corruptos; el 77.2% cree que son más corruptos los gobiernos estatales; mientras que el 84.4% considera que los partidos políticos son los más corruptos, cosa que no sorprende, porque Sabina ya lo cantaba con El Blues de lo que pasa en mi escalera.

Da fe que ha triunfado su tripa, que ha engordado desde el día que un ujier le llamo su señoría y cambio a su mujer por una arpía de pechos operados. Y sin dejar de ser el mismo bruto aquel que no sabía ni dibujar la o con un canuto.

Una canción, un rock para esa fauna depredadora que habita en la Cámara de Diputados, que sale en las páginas de política y, a veces, en las crónicas de tribunales, en este blues se puede apreciar el deleite de Joaquín por contar la realidad de manera surrealista.

El superclase de mi clase (¡qué pardillo!) se pudre en el banquillo y, a sus cuarenta y cinco abriles matarile, y a la cola del paro por no haber pasado por el aro. Vencido, calvo y tieso se quedó en los huesos aquel día que pillo a su mujer en plena orgía con el miembro del miembro (¡qué ironía!) más tonto del Congreso.

Sabina tiene ese raro talento de advertir como se debe vivir con dignidad, pero no solo vivir con dignidad, sino honrar esa dignidad, obvio, desde el Congreso, sacándose entrevistas donde se destacan sus cualidades de “roqueros” o “luchadores” o “toreros”.

Y yo que no soy más listo ni tonto que cualquiera a mis cuarenta y pocos tacos, ya ves tú, igual sigo de flaco, igual de calavera, igual que antes de loco por cantar el blues de lo que pasa en mi escalera.

Claro que en esta rola El Flaco nos enseña que el afán de la belleza y la justicia pueden ser idénticos, y el arte una forma severa de conocimiento y critica, o ¿no?

La más maciza de mi clase (¡qué cintura!) Cotiza su hermosura y, a sus cuarenta y pico otoños, hasta el moño del genio del marido huyó con otro menos aburrido. Tanto ha prosperado que un Jaguar se ha estrenado el mismo día en que la divorció de la utopía un talón con seis ceros que le había firmado un diputado.

Sin colores, sin distinción de ideología el tal Sabina es rojo, por dentro y por fuera, se cree un tipo muy integró, como los diputados y los gobernadores, que piensa que todo son pendejadas, y Joaquín las canta de manera distinta y protagoniza a esos personajes que se llevan la vida por delante.

Y yo pobre mortal, que no ha gozado de sus caderas, a mis cincuenta y pocos tacos, ya ves tú, igual sigo de flaco, igual de calavera, igual que antes de loco por cantar el blues de lo que pasa en mi escalera, por cantar el twist de las verdades verdaderas.

Claro que las canciones de Sabina son un mapamundi del deseo y en este caso un inventario de la duda, y esta rola es un retrato sin maquillaje, sin trampear al espejo que es la realidad, pero mejor escuche y deléitese con El Blues de lo que pasa en mi escalera, porque tal vez no me dé la razón y esté equivocado, porque Joaquín canta las historias de la Historia.

 

Foto BY murdokheras

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