«No son iguales»
«No son iguales»
El Jicote, Por: Edmundo González Llaca
Lunes 22 de abril del 2024
Antes la conseja para participar en política era: “Comer sapos y no hacer gestos”. Ahora la conseja es: “Comer sapos y mostrar una sonrisa de anuncio de Colgate”. Tienen razón, no son iguales, antes eran hipócritas y ahora son unos cínicos.
Para el inmoral existe el mal y el bien, pero prefiere el mal; para el amoral no existe el mal ni el bien, todo le da igual mientras triunfe; para el cínico existen el bien y el mal, pero lo importante es liberarse de la preocupación de distinguirlos. El inmoral está expuesto a que en algún momento lo acose la conciencia de culpa; el amoral no tarda en ser descubierto, pues lo delata su falta de escrúpulos. El gran problema es el cínico, para quien nada de eso es importante o simplemente intercambiable.
Como lo resumía Groucho Marx: “¿No le gustan estos principios? No hay cuidado, tengo otros”. Diluida la potencialidad y la dicotomía entre el bien y el mal, el cinismo pavimenta el camino a los inmorales y a los amorales. Arturo Zaldívar es el más reciente de los ejemplos.
El cínico no destruye las relaciones sociales a martillazos; como la humedad, se filtra y termina desmoronándolo todo. La suavidad de su acción y su aspecto inofensivo, evitan el drama y el escándalo que provocaría el derrumbe inmediato. “Mi autoridad moral está sobre toda ley”. Dice López Obrador, sin mayores gritos, ni reiteración. Resucita el nombre que en el siglo pasado se le aplicaba al Presidente: “El Reglas”. Él fija, cambia, adiciona, crea la ley de acuerdo con su voluntad.
El cínico aplica la estrategia: “La mejor defensa es el ataque”. Zaldívar afirma que demandará penalmente a la Ministra Piña y promoverá un juicio político. Apoya su ofensiva con la narrativa de que es víctima de una “cacería de brujas”. El Ministro de la Corte, que merece todo mi reconocimiento, Juan González Alcántara, con precisión y elegancia le responde: “No se trata de ninguna cacería de brujas, es simplemente la rendición de cuentas a la que estamos obligados”.
A la buena voluntad del comportamiento ético, el cinismo opone el desencanto, la perfidia de la banalidad; el espíritu irónico y zumbón. La declaración presidencial ante la grave denuncia contra Zaldívar y su histérica y amenazante respuesta dirigida a la Presidenta de la Corte, el Presidente declaró chistosito: “Está interesante lo que está sucediendo y ojalá haya más debate. Yo estoy ya inscrito en pago por evento; quiero conocer todo, todo, todo”.
El cinismo es el más bajo estadio de la actitud moral. El cínico ha pasado de la desconfianza a los valores, al escepticismo; de la pérdida de la brújula ética, a la aniquilación de la vergüenza. Todo se suma para finalmente rematar en el descaro.
El cínico racionaliza sus faltas al grado de gozarlas y presumirlas. La grabación de los cómplices de los hijos del Presidente son indignantes, atacados de la risa y fingiendo una voz más alarmista dicen: “Somos la red de corrupción; eso somos nosotros”. Evidentemente ya sabían que habían sido descubiertos, lejos de amedrentarlos lo presumían, con toda la confianza que otorga la impunidad asegurada.
Me llama la atención que los simpatizantes de la Señora Sheinbaum, ante su servilismo, más aburrido que un espejo, argumentan que ella cambiará en el momento en el que triunfe en las elecciones. Es tan ilógico como considerar que la metástasis de un cáncer va a rebelarse contra su creador e impulsor. Quienes sostienen esta idea de que en la Silla de la Presidencia convertirá a la Sheinbaum, en una verdadera estadista, no es una ilusión ni ingenuidad, es una nueva forma de cinismo.
No son, No son, No son, No son, No son
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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