Reducir los homicidios por retórica. Por: Ángel Dorrego
Reducir los homicidios por retórica. Por: Ángel Dorrego
El tema de debate más llamativo de la semana pasada fue puesto en la mesa periodística, otra vez, por las conferencias mañaneras del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador. En esta ocasión se debió al intercambio que tuvo con el periodista Jorge Ramos, mexicano que vive y trabaja en los Estados Unidos, con el que discutió acerca de la tendencia de la violencia homicida en México, y en la cual el miembro de la prensa lo cuestionó acerca de la tendencia ascendente de dicho fenómeno, a lo cual López Obrador reviró que dicha tendencia no existe y que han logrado contener los homicidios. Además, agregó que una vez que entre en marcha la Guardia Nacional con la nueva estrategia de seguridad, dichas cifras comenzarán a disminuir, aunado a políticas de crecimiento que coadyuvarán a que no se nutran más las filas del crimen organizado.
Al revisar el video de dicho encuentro en la plataforma más popular de videos online de internet me surgieron una amplia gama de recomendaciones para visualizar grabaciones de canales afines al presidente y su partido que nombraban al episodio como un ataque al poder ejecutivo del cual había salido bien librado, deleznando al periodista con adjetivos humillantes y remarcando la palabra “cátedra” para describir lo que López Obrador hizo para rebatirlo. Yo no vi dicha cátedra en ninguna parte. Ramos lo cuestiona con la cifra de homicidios según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) hasta el mes de marzo, la cual, de acuerdo con los datos de asociaciones civiles dedicadas al análisis de esas estadísticas, va en aumento sostenido desde el último tercio del sexenio anterior. López Obrador lo confrontó con las cifras de homicidios diarios en los primeros cuatro meses de su administración: 79, 75, 83 y 77. Y le dijo que no había aumento, sin más explicación. Me faltó ver la cátedra donde explica cómo esto significa una contención del fenómeno según su comparativo del año pasado o la gráfica donde se ve cómo la línea de homicidios ha perdido la tendencia a la alza. Mostró cuatro cifras y dijo que no. Y muchas palabras más que mezclaban temas y brincaban en la línea del tiempo.
Lo que vimos fue un duelo retórico, un pequeño debate informal acerca de la visión de las acciones de gobierno, terreno en el que el presidente tiene un talento sobresaliente. Es de los que debate cara a cara y, si bien no gana en todas las ocasiones, sabe cómo hacer para no quedar en posición de indefensión, para cuestionar el argumento del otro mientras saca uno propio disociado parcialmente del ataque central. Pero los números siguen ahí, y la gente que ha venido trabajando las estadísticas encuentra algo muy diferente a los que ve el López Obrador, quien aparentemente confía más en sus cifras diarias que en los datos mensuales del SESNSP, aunque los primeros, por cuestiones naturales de la acumulación de datos en periodos de tiempo cortos, cuentan con mermas con respecto a los segundos. Pero el presidente sostiene, vía ningún argumento estadístico, que no es así.
Como suele sucedernos, estamos debatiendo todo menos lo importante. ¿Las cifras diarias están aportando información estratégica fiable para la toma de decisiones en políticas de seguridad pública? ¿Se tienen estudios de inteligencia que muestren la focalización, tendencia, causas y actores en las olas homicidas en distintos lugares del país? ¿La Guardia Nacional contará con los recursos para cubrir todo el abanico estratégico que rodea al fenómeno? ¿Cómo asegurarán en este intento que la coordinación con estados y municipios no devenga en filtraciones al crimen organizado, como ya ha sucedido? ¿Los gobiernos locales tienen un incentivo para no invertir en seguridad cuando el gobierno federal se las provee? ¿Cuánto tiempo podrán sostener dichas intervenciones y cómo van a cubrir el vacío cuando terminen?
Estas preguntas requieren de evidencia para responderse, no sólo retórica de debate universitario. Se deben basar en estudios que definan categorías, metodologías y procesos apoyados en estadísticas lo suficientemente confiables y debidamente trabajadas. Afortunadamente, hay quien fuera del gobierno hace eso, lo cual es un gran mecanismo de control democrático. Que las comparen con las del gobierno a lo largo de toda la administración. Y entonces, lejos de tratar de ver cátedras, debatamos logros y falencias sobre bases científicas. Y que la respuesta no sea sólo retórica.
Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com