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Vivir en el ego de nuestros políticos/ Ángel Dorrego

Vivir en el ego de nuestros políticos. Opinión de Ángel Dorrego

El clima de polarización que vive nuestro país es evidente. Se respira en el ambiente. Es notorio que la mayor parte de las personas defiende la actual dirección que está tomando el país o está permanentemente en contra de todo lo que se realice. Es muy difícil hablar de política con cualquier persona sin que termine por expresar cuán ignorantes, torpes y corruptos son los que se encuentran en el bando contrario al de su preferencia. Nuestros políticos, como representantes populares, son un completo reflejo de esto. Y a esto hay que agregarle que están encontrando un espacio libre para mostrar sus más oscuros deseos de dominación en una lucha que parece que todos quieren que sea de suma cero, a ganar o perder todo, como si no hubiera otra opción.

No somos los únicos en el mundo que nos encontramos en esta situación, de hecho, nosotros estamos viviendo las consecuencias del devenir de la civilización occidental en el último medio siglo. Desde el periodo que inició con el término de la Segunda Guerra Mundial, hasta llegar a los años setenta del siglo pasado, el Estado cumplió la función de ser rector de la economía con el fin de asegurarse que los beneficios del crecimiento se repartieran de forma más o menos equitativa entre sus ciudadanos. Pero se quedaron en quiebra debido a que, grosso modo, terminaron gastando más de lo que producían. Es entonces cuando llegó el apodado neoliberalismo para salvar a las grandes economías occidentales reduciendo el gasto estatal y pasando sus funciones no sustantivas a la iniciativa privada, para lograr una economía de mercado perfectamente sustentable en lo referente a la macroeconomía, pero que excluye a las mayorías de casi todos los beneficios del esquema. Los ricos se volvieron más ricos y los pobres no ven mejorías, en el mejor de los casos. Y eso ha alejado a los miembros de nuestras sociedades al grado del rechazo y la desconfianza al otro, a lo diferente, a la diversidad. Es por este fenómeno que hemos visto el Brexit, el no en el plebiscito de paz en Colombia o la reaparición del racismo más rancio en nuestro vecino del norte, por poner sólo unos ejemplos.

Y nuestros políticos, de todas las corrientes, lejos de buscar vías de unidad han estado buscando la imposición de su facción para ganar una (supuesta) lucha histórica, donde cada personaje se imagina como héroe inmortal, por supuesto. Y no es que nuestros políticos de hoy tengan una mejor concepción de sí mismos que sus antecesores, sólo están en un ambiente más propicio para darle rienda suelta a estas ideas. Para dedicarse a la política se necesita una buena dosis de egolatría para que se convierta en vocación, al igual que en el caso de los artistas escénicos, pues, ¿cómo van a hacer su trabajo si no disfrutan que los demás los observen cuando se encuentran bajo la luz de los reflectores? De hecho, la mayor parte de los políticos que he tratado creen sinceramente que hay algo de especial acerca de sí mismos. Ya sea por su origen, formación o historia personal, casi todos creen que están de algún modo destinados a dirigir a los demás en una gesta recordada por generaciones. Como si dependiera de ellos. Por eso yo desconfío de quien dice que va a hacer historia. Eso pasa o no pasa, pero generalmente quien lo anuncia no lo logra. No positivamente, por lo menos.

Es por esto que se están lanzando en luchas fratricidas que no hacen sino echar más gasolina al fuego que empieza a aparecer por todas partes. Porque hay gente a la que le parecen atractivas propuestas cada vez más radicales y exóticas ante el fracaso de una supuesta moderación que tampoco era tal. Y se lanzan en declaraciones que se ajustan más al fragor de una guerra latente que a la construcción de nuevos pactos sociales, porque todo indica que les suena más atractiva la gloriosa victoria para su causa que la olvidable negociación para unir voluntades. Vivimos en sociedades que no ven al acuerdo como valor porque no hemos vivido el terror del conflicto que vivieron generaciones anteriores. Los mexicanos nos estamos volviendo cada vez más proclives a escoger un bando con que identificarnos. El entorno nos ha hecho olvidarnos de que vivimos en la cotidianidad con nuestros conciudadanos, no en el ego de nuestros políticos.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com