AMLO: su nefasto legado político
AMLO: su nefasto legado político
El Jicote. Por: Edmundo González Llaca
Indecencia, desvergüenza; ausencia absoluta de escrúpulos éticos, es el nefasto legado político del Presidente. Me preocupa, hasta qué punto todos somos responsables de que la vida pública del país haya llegado a estos niveles de ignominia. Porque de todo se le puede criticar a López Obrador, menos su cínica sinceridad. Nos lo informó, nos lo advirtió. No lo insinuó, lo confesó abiertamente. nefasto, nefasto, nefasto, nefasto, nefasto, nefasto
Lo inició en forma cautivadora, dijo: “Primero los pobres” y luego aclaró lo que entendía por ellos: “Son como mascotas”. En otras palabras, no les concede dignidad humana. Su concepción coincide con algunos filósofos que justificaban los abusos de la presencia española en América, que clasificaban a los nativos como “monos” o como “loros”: Lo más trágico, López Obrador está de acuerdo con la barbarie nazi que introdujo la expresión: “no humano”, para designar a los judíos y concluir por su inevitable exterminio.
Los pobres no tienen que esperar varios siglos para solicitar que López Obrador les pida perdón, como él se los pidió a los españoles.
Su idea de los pobres no termina ahí, confiesa que no se les debe de proveer, de ninguna forma, medios para que salgan de la pobreza, sino que se mantengan pobres, porque son los que votan por Morena. Si se convierten en aspiracioncitas y ascienden en la escala social, desconocen a sus representantes.
El Presidente no se da cuenta que al faltarle el respeto a los pobres también pierde su dignidad y autoridad que debe tener todo ser humano, más un gobernante.
Para el Presidente, no solamente los pobres, no tienen significación como personas sino como votantes; son un mero medio para mantenerse en el poder. Hasta sus propios colaboradores son sustituibles y simplemente usados.
A la Sheinbaum, le da un “bastón de mando”, que es, como bien se ha visto, un “bastón de humo”. Cuando ella decide impulsar a García Harfuch, como su propio candidato como jefe de gobierno, además amplio triunfador en la encuesta, en un juego siniestro y cruel, López Obrador impulsa a Clara Brugada. Hay en toda esta maniobra presidencial un tufo de burla, de traición, de una abierta canallada.
¿Puede la Sheinbaum protestar? ¿Puede Ebrard salirse de Morena? En el caso remoto que les viniera un acceso de autoestima, de indignación y lleguen a la conclusión que López Obrador no es el mesías verdadero, entonces López Obrador procede a advertir sobre la posibilidad de desenterrar sus expedientes del Metro o la responsabilidad de la muerte de varios niños y maestros como consecuencia del derrumbe del Colegio Rébsamen. En forma milagrosa se arrepienten por haber tenido la audacia de creer que tenían autonomía y dignidad.
Resulta hasta aburrido hacer un recuento de todas las declaraciones y acciones del Presidente, donde lo único que le importa es fortalecer y ampliar su poder más allá de su tiempo legal. Lo único destacable es la risa que inevitablemente provoca cuando afirma, defender: “la investidura presidencial”.
Lo dice cuando la autoridad presidencial la ha convertido en un hilacho de limpiador de parabrisas. Desde al contar chistes malísimos, hasta negarse a visitar la zona devastada por el huracán.
Parafraseando lo escrito por Dante en la puerta de la entrada del infierno, he perdido toda esperanza que el Presidente cambie, que su clan proteste y hasta que la mayoría de sus simpatizantes les resucite su espíritu crítico, sobre sus intereses partidistas.
Creo que nuestra responsabilidad es tomar conciencia de nuestra dignidad, negarnos a que nos trate como animales domésticos; negarnos a considerar que los programas sociales son resultado de su benevolencia y filantropía personal.
Difundir los valores sociales, institucionales, éticos. Protestar por la intención de López Obrador de que todo este lodazal de falta de escrúpulos, es totalmente normal en la vida pública. ¡No! Mil, un millón de veces ¡No!. Que cada quien diga “NO” hasta donde la fuerza le alcance. Más allá de nuestra dignidad personal, va de por medio la salud moral de la República, condición de la democracia.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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