Eduardo Lizalde, el poeta de la voz fallece a los 92 años
El escritor mexicano Eduardo Lizalde murió ayer en su casa; sus restos fueron velados e incinerados tras una cálida despedida.
La belleza y la muerte por igual inspiraron al poeta mexicano Eduardo Lizalde (1929-2022), significados que se fundieron en figuras como el tigre y la rosa, que poblaron su obra, pero, en opinión de amigos y lectores, la belleza y la calidad de sus versos trascenderán a la muerte que lo sorprendió ayer, a los 92 años, en su casa de la Ciudad de México.
El autor del poemario El tigre en la casa (1970), con el que ganó ese año el Premio Xavier Villaurrutia, murió mientras dormía “al parecer de un infarto”, comenta su viuda Hilda Rivera, “pues no tenía ningún padecimiento grave, se fue tranquilo, yo estaba con él». Eduardo Lizalde, Eduardo Lizalde, Eduardo Lizalde, Eduardo Lizalde, Eduardo Lizalde
«Era un hombre a veces un poco callado, como todos los creadores; pero no tengo ninguna queja, fuimos muy felices”, afirma su compañera de vida durante 34 años. “Escribió hasta el final. Dejó un avance de un libro, lo voy a buscar, pues era muy especial con sus papeles”.
Dice que lo recordará siempre vital, con su voz de barítono, cariñoso. “Sus pasiones fueron la literatura y la música, la ópera.} No era de buen comer, pero le encantaba el buen vino”, detalla Rivera. Eduardo Lizalde, Eduardo Lizalde, Eduardo Lizalde
Los restos mortales del también cuentista, ensayista, traductor y autor de una sola novela, Siglo de un día (1993), fueron velados la tarde de ayer en la funeraria Gayosso de Félix Cuevas y, posteriormente, incinerados.
En las redes sociales, instituciones culturales, escritores, editores, revistas, amigos y lectores de quien dio vida a unos 25 títulos lamentaron la partida del “poeta mayor”, del “tigre de nuestra literatura”, del “último de los grandes”, “un verdadero sabio”.
Lucina Jiménez, directora del INBAL, señaló en su cuenta de Twitter: “Se le ren- dirá un merecido homenaje póstumo en el @PalacioOficial, en acuerdo con su esposa, Hilda Rivera y su familia”.
Para el poeta y filósofo Jaime Labastida, amigo de Lizalde desde hace 60 años, se fue “el más grande de los poetas vivos”, a quien conoció hacia 1960 en la colonia Narvarte de la capital mexicana.
Una amistad de toda la vida. Lo consideraba mi hermano mayor. Me duele mucho. Era un gran poeta, pero lo asombroso es que logró su perfección ya maduro.
Sus primeros libros fueron un fracaso, él lo reconocía, pero aprendió el rigor, los mecanismos de la poesía, y a construir un poema con sentido grandioso”, añade.
Desde Cada cosa es Babel (1966) tuvo una sensibilidad e inteligencia poco común. Y como amigo era muy cálido, no era altivo, era reservado”, recuerda sobre quien estudió Letras y Filosofía en la UNAM.
Víctor Manuel Mendiola, poeta y editor, considera que la muerte de Lizalde “es una gran pérdida.
Era una figura fundamental en las letras hispanas, era el representante de una poesía de gran dimensión, con una fuerza enorme, que se decantaba en una línea fuera de lo común.
Era heredero directo del ¡modernismo de Díaz Mirón y Gorostiza, por su densidad y calidad verbal. Es uno de los últimos grandes desde los Contemporáneos, pasando por Octavio Paz. Su poesía tenía ideas poderosas, contenidos brillantes. Está a la misma altura de Paz, Borges y Neruda”, apunta.
Y Armando González Torres definió al iniciador en 1948 del movimiento Poeticismo, junto con Enrique González Rojo Arthur y Marco Antonio Montes de Oca, en su cuenta de Twitter, como “poeta, a la vez, monumental y tabernario, exigente y entrañable. Su potente voz, susceptible de diversas modulaciones, simboliza bien su indispensable presencia en el concierto de la poesía mexicana”.
En una entrevista que dio a Excélsior en junio de 2019, en el marco de su cumpleaños 90, el Tigre Lizalde, como le decían de cariño, se definió como un hombre escéptico, un crítico agudo, un escritor de creación lenta y “un maniático de las formas literarias”; y reconoció que había sido, sobre todo, una persona feliz.
Cuando se encuentra el camino no lo sabe ni el poeta. Depende de accidentes y posibilidades. Se tarda en descubrir. No sabe uno de qué manera se hace la poesía… Es casi imposible encontrar algo nuevo qué decir frente al mundo infinito, descomunal e inabordable que es la literatura. Y cuando lo haces, es la felicidad”, dijo.
El poeta admitió que tenía muchos versos en los cajones, “que no sé si terminaré de perfeccionar”.