El algoritmo también necesita terapia
El algoritmo también necesita terapia
”Reconocer” Por: Luisa Leticia Pérez Medina
Martes 14 de octubre del 2025.
Hay días en que nada encaja.
Nos sentimos fuera de ritmo sin saber por qué: una frase que no salió bien, un silencio mal interpretado, una rutina que pesa. Entonces hacemos lo de siempre: abrimos las redes. Deslizamos el dedo buscando alivio, distracción o compañía. Y, a veces, la encontramos. Pero otras veces, entre tanto brillo y prisa, lo que aparece es lo contrario: más ruido, más comparación, menos aire.
Ahí, justo en ese gesto automático, olvidamos mirar. El asombro no se perdió, solo se escondió detrás del algoritmo, esperando a que alguien lo busque sin prisa. Quizá no se trata de apagar la tecnología, sino de enseñarle a respirar con nosotros.
La neurociencia ha mostrado que el asombro activa las mismas áreas del cerebro que se encienden con la gratitud y la curiosidad: el hipocampo, el córtex prefrontal y el sistema de recompensa. Cuando algo nos maravilla, el cerebro aprende mejor, se calma y se conecta con lo que tiene enfrente. Mirar con atención no es una pérdida de tiempo, es una forma de reorganizar la mente. La contemplación no solo desacelera el cuerpo, también limpia el ruido interno, ayuda a distinguir entre lo urgente y lo importante, entre lo que vibra y lo que solo suena.
Diseñar experiencias sensoriales digitales puede ser una forma de reconciliar ambos mundos: un video que respira lento, una voz que acaricia, una imagen que no compite. El cuerpo lo agradece. Se detiene, observa, se asombra. Porque lo digital también puede conmover si lo usamos con intención.
El filósofo Byung-Chul Han dice que la sociedad actual ha perdido la capacidad de contemplar. Vivimos en una hiperactividad que confunde movimiento con sentido. Pero contemplar no es quedarse quieto, es habitar el instante con atención profunda: mirar sin querer poseer, escuchar sin necesidad de opinar, dejar que algo o alguien te habite un momento sin controlarlo. Eso es asombro: una pausa donde el mundo vuelve a tocarte, aunque estés frente a una pantalla.
Desde la neurociencia también se sabe que la atención sostenida y la emoción positiva amplían la percepción del tiempo: el instante se vuelve más largo cuando lo vivimos con todos los sentidos. Quizá por eso, cuando dejamos que algo nos asombre, el cuerpo recuerda lo esencial y el cerebro deja de sobrevivir para volver a sentir. No hay algoritmo capaz de replicar ese momento: un segundo en calma puede ser más transformador que mil notificaciones.
La verdadera modernidad no es avanzar más rápido, sino atreverse a detenerse. A mirar con ternura lo que el ruido intenta borrar. A crear pausas donde otros también puedan respirar.
Como dirían los chicos de Imagine Dragons, la vida necesita ritmo, pero uno que te permita sentir los latidos, no solo contarlos. Tal vez ese sea el principio de algo más grande: una comunidad lenta, sin nombre todavía, que empieza cada vez que alguien decide mirar con calma.
“Reconocer”
Mtra. Luisa Leticia Pérez Medina, profesora en ICATEQ, plantel San Juan del Río, Querétaro, Desde la frontera entre pantallas y cuerpos, entre aulas y redes, entreteje los hilos de la tecnología y la sociedad con la fe de dejar, en cada lector, una chispa de reflexión sobre cómo habitamos el internet.
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