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La era de las demagogias/ Ángel Dorrego

La era de las demagogias/ Ángel Dorrego

Nuestras democracias están cambiando. Eso es normal, considerando que todo ente que pase por las dinámicas de la vida en sociedad como parte de su razón de ser se verá mutado cuando las modificaciones en los procesos económicos y tecnológicos impacten en la forma de relacionarse de las personas, además de que encontrará que la cosmovisión de los individuos será diferente a través de ello. El cambio no sólo es necesario, es inevitable. Lo preocupante es que aún no sabemos en qué se están convirtiendo más allá de las propias perspectivas de los protagonistas del proceso. Ellos parecen tener una visión clara de los que hay que hacer para “arreglar” las cosas, aunque su entendimiento de porqué se descompusieron resulta tan simple que resulta sospechoso. Y sus soluciones son igual de simples, por lo tanto, entendibles.
Los políticos actuales parecen obsesionados con la opinión pública y la aprobación popular. Suelen decir lo que las mayorías quieren escuchar y con el tono en que quieren escucharlo. Esto es tan viejo como la política, tanto que los antiguos griegos le pusieron nombre, lo destacable es que estas herramientas del ejercicio de la política han tomado preminencia por sobre otras consideraciones de carácter ético, económico, administrativo o legal. Mientras la grada siga aplaudiendo se puede seguir bailando al son que imponga el líder que escucha a los suyos. No es un fenómeno aislado, está pasando a nivel global, debido a una serie de dinámicas que han cambiado nuestra vida como sociedad, de las cuales me gustaría destacar el desfase que han tenido las formas e instituciones políticas del siglo XX con respecto a los cambios sociales y el surgimiento de líderes que llenan esos vacíos con discursos fáciles, victimizantes y telenovelescos. El resultado de esto es el ascenso de próceres carentes de diplomacia y poco apegados a las normas, como Trump en los Estados Unidos o Bolsonaro en Brasil; o la aprobación de medidas destructivas y regresivas como el Brexit. Si busca usted en su entorno político regional, nacional o local; no tardará en encontrar casos en que la anquilosada política tradicional con sus inamovibles partidos e instituciones han sido subyugados a estas nuevas formas de política en que se habla sin filtros, se proponen ideas antes de hacer un plan y se pregunta a la gente si está de acuerdo con decisiones técnicas que, a decir verdad, no todos somos capaces de comprender en su totalidad.
El sentido de este cambio puede explicarse por una serie muy amplia de factores, pero me parece que uno de los elementos que no se puede soslayar es que las formas en que las personas nos relacionamos y nos vemos a nosotros mismos sin duda ha cambiado. Vivimos una época en que la gente está híper consciente de su individualidad en detrimento de integraciones grupales que formen identidad. La colectividad se vuelca hacia mostrar su vida en páginas virtuales demostrando que sus existencias y pensamientos valen la pena para el mundo. Umberto Eco hizo la observación de que lo que antes era una opinión imprudente en una taberna ahora se podía llevar a la exhibición pública, la diferencia estriba en que ahora se encuentran con la anuencia de personas con ideas igual de desarticulas que se basan únicamente en la experiencia y valoración individual para temas que requieren de conocimiento y estudio. Bueno, parece que ésa es la tendencia dominante y la manera en que estamos manejando el mundo. Básicamente estamos opinando de todos los temas como antes sólo lo hacíamos en el futbol: todos éramos mejores que el entrenador en turno, sabíamos las soluciones a los problemas que aquejaba nuestra escuadra y nos atrevíamos a expresarlo con sendos adjetivos calificativos, aunque se tratase de una labor que en realidad nunca habíamos practicado. Ahora así procesamos casi cualquier asunto que pase por la cosa pública.
Como mencioné, todavía no sabemos hacia donde nos va a llevar esto, pero hay una clara tendencia de que se está separando lo que costó mucho trabajo unir. Porque sentimos que nuestro punto de vista es muy valioso y probablemente superior al de los demás, a los que creemos equivocados debido a su ignorancia o falta de visión. Las democracias están pensadas para ingresar las diferencias en un proceso político en el cual se atienda las inquietudes de las efímeras mayorías sin que esto destruya los derechos fundamentales de aquellos que temporalmente se encuentran en el bando derrotado en la preferencia pública, otorgando responsabilidad a cada uno de los actores por sus decisiones acerca del manejo de lo que es de todos. Sin embargo, nos encontramos en una etapa en que la válvula de escape no fue suficiente y la tapa de la olla ha sido arrojada para que lo que se debiera de contener se derrame sin control por todos lados. La prudencia no está en el código de los demagogos. Tendremos que ver en un futuro cada vez más próximo si nuestra vida en común es capaz de encontrar la forma de encontrar vías de convivencia funcionales o si sólo hemos cometido uno más de nuestros errores como civilización, y nos demos cuenta que hay que corregir cuando las consecuencias hayan sido irreversibles.

Educación

Por Ángel Dorrego

Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com