Los antihéroes tampoco podrán salvarnos/ Ángel Dorrego
Los antihéroes tampoco podrán salvarnos/ Ángel Dorrego
La semana pasada, Boris Johnson fue elegido como primer ministro de Inglaterra. El notorio personaje resultó ganador en los votos de la Cámara de los Comunes a pesar (o tal vez por) ser un agresivo euroescéptico, radical nacionalista y velado xenófobo con poco o nulo respeto por las tradiciones y convenciones políticas de su país; además de poco interés por sostener una diplomacia internacional cordial. Los rasgos en común con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se vuelven perturbadores cuando se observa que incluso su imagen y físico se asemejan peligrosamente a los del magnate norteamericano. Y ambos se inscriben en la lista de mandatarios nacionales con claros rasgos de irrupción anti sistémica en la palestra política de primer nivel global. En este cada vez más nutrido grupo se ubica con mucha discusión a nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador; y sin ninguna el actual presidente de Brasil, Joao Bolsonaro, quien sin ningún reparo actúa según sus convicciones religiosas, exhibiendo a la menor provocación su misoginia y homofobia.
El acceso de este tipo de figuras a los puestos más altos de la administración pública de sus países no es casualidad, ya que tiene un origen en común: la civilización occidental se siente traicionada por las instituciones que una vez le prometieron un sistema de bienestar para todos, pero que en los momentos más críticos favoreció a los pocos por encima de los muchos, dejó a los más ricos expandirse con el fin de que la economía fuera dinámica y productiva al grado de tratar de rebasar todo límite lógico, llevando a crisis económicas en que los primeros afectados fueron los que creyeron en sus palabras, al tiempo que las élites financieras pudieron irse a su casa con buenas ganancias económicas mientras que naciones enteras se quedaron endeudadas por salvarlos a pesar del detrimento que esto significaría en los niveles de vida que les dijeron serían permanentes.
Es interesante el desarrollo que tienen las figuras simbólicas del imaginario popular en el reflejo de estos valores. El siglo pasado vio morir a más seres humanos de forma violenta que cualquier otro en la historia de nuestra especie. Entre muchos conflictos bélicos vimos dos sangrientas guerras mundiales, la aparición de un arma con capacidad de matar a centenas de miles de personas de un solo impacto y la tensión de las dos naciones más poderosos del mundo apuntándose mutuamente con ellas. Ante este escenario es entendible que los sueños del imaginario popular ansiaran figuras que promovieran la paz y sus valores, que buscaran la justicia y cuyos principios fueran más allá de la simple corrupción y ansia de poder. Entonces hubo un Superman, extraterrestre que nos quería tanto que nos protegía del abuso y la injusticia con sus increíbles poderes, de los cuales nunca abusaba por su incorruptible concepción del bien. O un Spiderman que, a pesar de tener muchos problemas y ocupaciones en su vida personal, entendió a la mala que el gran poder que le habían conferido iba acompañado de grandes responsabilidades con la gente con la que compartía sociedad. Incluso se mitificó a personajes como Eliot Ness, quien en sus representaciones cinematográficas y televisivas dirige a su grupo de trabajo, “los intocables”, con absoluta sagacidad y rectitud en el combate al vicio y al crimen; incluso cuando el personaje real haya destacado más por sus pifias que por sus pírricos aciertos.
Y creímos en los héroes, y en la capacidad para crear un futuro mejor. Pero resultó que el estado de bienestar iniciado después de la Segunda Guerra Mundial era muy caro para pagarlo, al grado de colapsar por deudas a economías regionales enteras. Y entonces vinieron las reformas coloquialmente conocidas como neoliberales, en los cuales se dio más espacio a lo privado sobre lo público con el fin de que las economías produjeran lo suficiente para sostener un estado mucho más magro a la vez de que la gente tenía oportunidad de lograr su bienestar de forma individual sin depender directamente del gobierno. Pero como toda promesa que no se cumple, esto se fue cayendo poco a poco, pues las personas que lo operaban actuaban muy lejos de los principios y valores de Superman y Spiderman; y muy cerca de una corrupción, abuso y engaño de los villanos de una película del siempre varonil James Bond. Entonces dejamos de creerle a líderes con discursos prístinos, pues tanta pureza de corazón es difícil de creer. Entonces nos acercamos más a figuras como Gregory House (Dr. House) o Walter White (Breaking Bad), que tienen razones completamente egoístas para realizar sus involuntarias acciones heroicas, pero con una capacidad extraordinaria para hacer posible lo que parecía descabellado a través de su capacidad intelectual. Ya no le creemos al que nos diga que lo hace por altruismo. Es más creíble un Batman o Deadpool, francamente vengativos.
Desgraciadamente, estamos cayendo de nueva cuenta en el mismo engaño. Si antes los líderes mundiales estuvieron bastante lejos de la integridad moral de Superman, incluso cuando todos los días decían discursos dignos del kriptoniano; nuestro remedo de antihéroes nos quiere hacer creer que pueden hacer posible cualquier cosa a partir de su valiente arrojo que los lleva a sobrepasar los límites previamente establecidos para lograr fines nobles con una justa ganancia personal. Pero no nos ilusionemos. No son como el personaje de El Profesor en La Casa de Papel. Están severamente alejados de su estupenda capacidad intelectual, de su articulado discurso acerca de las fallas e injusticias en el sistema y de su apego a un código ético construido sobre estas bases. No calculan las consecuencias de sus actos como él lo hace. Nuestros actuales líderes mundiales anti sistémicos, al igual que sus antecesores, no valoran las banderas que enarbolan y sí los intereses de los grupos que les son afines. No vienen a ayudarnos a componer al mundo. No van a salvarnos. Aunque ojalá que los problemas globales estuvieran en manos de El Profesor en lugar de Trump.
Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com
Foto agencias López Dóriga Nación 321