Y todo por un cuadrito de Zapata: Ángel Dorrego
Y todo por un cuadrito de Zapata: Ángel Dorrego
Por Ángel Dorrego.- La semana pasada, una pequeña pintura fue el centro de toda una polémica en nuestra vida pública. Dentro de la muestra “Zapata después de Zapata”, que se presenta en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, aparece un cuadro del artista Fabián Cháirez denominado como “La Revolución”, en la cual podemos ver al Caudillo del Sur sobre un caballo, pero con una pose y silueta feminizados, lo cual se acentúa por el hecho de que en la imagen aparece con zapatos de tacón. Esta pintura se encontraba dentro de los promocionales de la exposición, por lo que de forma exponencialmente rápida se puso en el centro de la polémica al existir manifestaciones de rechazo a una supuesta falta de respeto al líder revolucionario.
¿Cómo se le falta al respeto a una persona que falleció hace más de un siglo? Para esto es necesario tener en claro dos cosas: primero, que la figura histórica en turno tiene que haber pasado por un proceso de “sacralización”, o sea, que se le vea como símbolo de los valores de un grupo o de un sistema ideológico, por lo que la gente lo identifica como representación directa de una serie de ideas que probablemente comparta, aunque sea de manera parcial. O sea, ya no ven al ser humano que dentro de su periodo de vida realizó una serie de actividades lo suficientemente trascendentes como para ser recordado por generaciones, sino a una idealización con el fin de que un cuerpo ideológico se pueda identificar con su nombre e imagen. Eso lo vuelve intocable para los partidarios del ideario endilgado al personaje en cuestión. Segundo, que la ofensa tiene que ser algo que sea rechazado por el sistema de valores de una sociedad determinada, o por lo menos por el grupo que se dice representado por el ícono.
Y si un personaje se ha tomado como símbolo de la rebeldía en contra del poder autoritario en México, ése ha sido Emiliano Zapata, ya que abandera a causas que van desde el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hasta la charrería, pasando por cualquier movimiento que se pretenda de algún modo insurgente, pues mientras Zapata vive la lucha sigue. Es por esto que varios colectivos campesinos protestaron de forma airada en contra de la pequeña imagen del Zapata feminizado. Y no se diga los descendientes del héroe revolucionario, que vieron como completa falta de respeto la representación del artista plástico. De entrada no me queda claro cómo personas que no conocieron al personaje, pero que tienen línea directa de información genética de él se convierten en sus voceros. Hablan por él aunque no hablen con él. Supongo que hay gente que tiene que vivir de las glorias de sus antepasados a falta de méritos propios, como las rancias realezas europeas. Incluso un descendiente de Zapata que claramente trata de imitar la imagen del revolucionario salió a decir que era una falta de respeto, porque si bien él no tiene ningún problema con los homosexuales, y que incluso tiene amigos “que son así”, le parecía que no era correcto que dibujaran así a su antecesor.
Esto es lo que nos lleva al fondo del problema. De alguna manera, se dice que no se tiene problema alguno con la diferencia, pero no se quiere que se le asocien con ella. De hecho, la justificación que dio el antepasado de Zapata es de las más comunes para discriminar a los miembros de la comunidad LGBTTTI+: no es nada en contra de ustedes, cada quien puede hacer lo que quiera, incluso podemos ser amigos; pero por favor no se muestren en público o enfrente de los niños, hagan sus cosas en privado para que la gente “normal” no tenga que verlas. Y si ponen al macho alfa de las estampas revolucionarias como un posible afeminado, entonces ya de plano es faltar al respeto. Este incongruente, pero persistente punto de vista es severamente común en nuestro país. Si somos una democracia con una sociedad abierta que valora la tolerancia y los principios de inclusión necesarios para el respeto de los derechos humanos, ¿por qué sería ofensivo dibujar a alguien como homosexual? ¿O tiene algo de malo serlo? Por la reacción que generó el cuadro, parece que decimos que no hay problema, hasta que sí hay problema.
Parece que sencillamente no queremos dejar ir las taras y resabios que nos quedan de una sociedad que por principio se volvió excluyente desde los tiempos de la colonización española, que nos legó un sistema de castas donde las clases privilegiadas sienten que tienen una superioridad intrínseca con el resto de la sociedad a la que, muy a su pesar, pertenecen. Y es un problema que no hemos podido superar desde que nos volvimos república independiente, ya que tenemos todo un diccionario para insultar y degradar a las personas por motivos de raza, condición socioeconómica o preferencia sexual. Pero legal y éticamente sostenemos que todos somos iguales.
Aunque como se dijo en tiempos de la Revolución, habemos unos más iguales que otros. Por eso está costando un esfuerzo excesivo erradicar un grito en los estadios de fútbol que denosta al rival al llamarlo por una palabra que en nuestra cultura asocia la homosexualidad con la cobardía. O sea, sólo hemos ocultado la suciedad debajo de la alfombra. Decimos que no discriminamos, pero tenemos excepciones muy focalizadas acerca de con quién lo hacemos. Por ejemplo, si usted va a un mercado sobre ruedas, mercado ambulante o tianguis, notará que algún comerciante llama “güera” a las consumidoras. Y ninguna se ofende porque parece que tener un genotipo europeo no es una ofensa, hasta se podría decir que, si acaso, lo contrario. Pero ninguno le dirá “india”, pues sabe que ofenderá a la persona en cuestión. Porque también parece que ser de origen indígena es malo, aunque la mayor parte de nosotros tenga una buena carga genética de ese lado. Mismo caso del cuadrito de Zapata. Si somos una sociedad tolerante e inclusiva, ¿Por qué se ofenden?
Me parece que por eso en este caso tendría que prevalecer la libertad de expresión. El artista expresó una idea sugerente con su cuadro, incluso cuando la imagen pasa por la internalización del que la mira. Opino que juega muy bien con la idea de que los cambios y las revoluciones no tienen que estar asociadas con identidades de género, sino con causas progresistas. Y cada quien tendrá la suya. Creo que nuestro personaje histórico no cambió nada gracias a esta representación. Sin embargo, lo que sí lograron los malquerientes del cuadro es que se volviera la estampa más conocida de nuestro país. Como suele pasar con la censura, termina por visibilizar lo que se quería ocultar. El pintor debe estar sumamente agradecido con ellos, le han dado fama. No me sorprendería si esto estimula más manifestaciones artísticas en el mismo sentido. Hasta que se vuelva normal. Entonces habrá que darles gracias todos, porque nos han hecho avanzar un paso en los derechos humanos, en la diversidad y la inclusión.
Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
Correo para el público: adorregor@gmail.com
Foto El Popular